La ciudad de Buenos Aires posee muchos edificios emblemáticos que encierran gran parte de la historia del país, a continuación, una visita por algunos de ellos.
Palacio de Aguas Corrientes, uno de los mayores depósitos de agua
Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires es el Palacio de Aguas Corrientes, ubicado en avenida Córdoba 1950 y declarado Monumento Histórico Nacional.
Fue construido con el objetivo de alojar los tanques de suministro de agua corriente en un contexto de crecimiento de la ciudad de Buenos aires. En gran medida, las corrientes inmigratorias y la consolidación como puerto conllevaron a un aumento de la población que, a su vez, demandó una mayor preparación de los servicios públicos para poder hacer frente a esa nueva demanda.
Las obras comenzaron en 1887, emplearon a 400 obreros y finalizaron en 1894. Finalmente, el edificio fue inaugurado por el presidente Luis Sáenz Peña.
El edificio es uno de los más destacados de la ciudad. Llama la atención su estilo ecléctico y la fachada es la que se lleva todas las miradas. Su revestimiento fue realizado en 130 mil ladrillos esmaltados y 300 mil piezas de cerámica importadas de Bélgica e Inglaterra, identificadas cada una de ellas con letras y números. Por su parte, los techos se realizaron con materiales traídos de Francia.
Además, una coraza de terracota reviste parte de la fachada. Allí se representa el escudo Nacional, el de la Ciudad de Buenos Aires, el de la Ciudad de Rosario y el de las 14 provincias que existían hasta ese momento. En tanto, la carpintería de puertas y ventanas es de cedro traído de Paraguay y las herrerías son de Inglaterra.
En su interior, el edificio tiene tres niveles y contiene doce tanques de agua con una capacidad de 72 millones de litros de agua, sostenidos por una gran estructura portante de 180 columnas fabricada en Bélgica. Por su parte, las paredes tienen 1,80 metros de espesos aproximadamente. En el centro de este palacio hay un patio interno pensado para proveer de aire y luz al lugar.
Palacio Barolo, un homenaje a la «Divina Comedia»
Inaugurado en 1923, el Palacio Barolo fue construido por un poderoso productor lanero de origen italiano, Luis Barolo, con el fin de convertirse en lugar de descanso eterno de Dante Alighieri, el autor de la Divina Comedia. Cada uno de sus rincones esconde referencias y alegorías a la mayor obra de la literatura italiana de todos los tiempos.
La obra se puso en marcha en 1919 y finalizó en 1923. El terreno elegido para tamaño emprendimiento fue el lote ubicado en una de las calles más importantes de la ciudad, la Avenida de Mayo. El proyecto contemplaba 16.630 metros cuadrados cubiertos, distribuido en 22 pisos que, con el faro que corona su cúpula, asciende a exactos 100 metros.
Pero no es precisamente su tamaño lo que ha consagrado a esta obra sino la relación entre cada una de sus medidas y la obra más importante de Alighieri: cien son los metros de altura del Palacio Barolo, como los cantos en los que se divide la Divina Comedia (uno introductorio y 33 para cada uno de sus niveles, Infierno, Purgatorio y Paraíso) y 22 son los pisos, como los versos de cada uno de los cantos.
Los 22 pisos se dividen de la siguiente manera: los dos subsuelos y la planta baja representan el Infierno. Desde el primero y hasta el 14º corresponden al Purgatorio y del 15º al 22º, en la cumbre, se expresa el Paraíso, con nueve esferas concéntricas que giran alrededor de la Tierra y que son los nueve círculos de Ptolomeo: los siete planetas conocidos hasta entonces (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, más el Sol y la Luna que eran considerados pla- netas); el conjunto de las estrellas fijas y el Cielo, el noveno círculo.
El estilo arquitectónico resulta de una mezcla entre el neo gótico, el neo romántico y el hindú, este último presente en la cúpula. En el punto más alto, donde estaría Dios, hay un faro de 300 mil bujías que con un alcance de 40 kilómetros les daba la bienvenida a los barcos que llegaban al Río de la Plata.
El ingreso es, tal como sucede en la Divina Comedia, por el Infierno. De aquí que las nueve bóvedas de acceso en las que se divide la planta baja, y que representan los 9 pasos de iniciación y las 9 jerarquías infernales, estén escoltadas por cóndores, dragones y serpientes. Y en el hall de entrada, de manera simétrica, también hay una serie de rosetones de 16 pétalos, de vidrio y bronce, que a la vez que permiten el ingreso de luz en el subsuelo, representan los fuegos del Infierno.
El Palacio Barolo es un legado eterno para Buenos Aires, la Argentina y para todos los habitantes del mundo que cada año llegan hasta el número 1370 de la Avenida de Mayo para meterse por un rato en el mundo esotérico e infernal con el que Alighieri marcó para siempre la historia de la literatura universal.
El edificio Kavanagh, uno de los más altos
El Kavanagh es quizá el edificio más emblemático de la ciudad que se ha convertido en todo un símbolo de la arquitectura moderna. Inaugurado en 1936, tiene 120 metros de altura, lo que lo convertía en ese entonces en el rascacielos con estructura de hormigón armado más alto de Latinoamérica.
La construcción se inició en abril de 1934 promovida por Corina Kavanagh y el diseño estuvo a cargo de los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre. La obra demoró sólo catorce meses y cuenta con 28 mil metros cuadrados, 31 pisos y 12 ascensores. En total suman 103 departamentos y 10 locales en la planta baja. Como un elemento avanzado para la época, se colocó un equipo de aire centralizado, un sistema telefónico central y una pileta. De esta forma, fue la primera construcción de viviendas con sistema de aire acondicionado central en la Ciudad de Buenos Aires.
Una de las características destacadas del Kavanagh es su diseño escalonado que da lugar a terrazas jardín. Otro detalle es que posee la forma similar a la proa de un barco. No tiene cocheras ni portero eléctrico, por lo que los invitados deben anunciarse en la recepción.
Al costado del edificio se abre un pasaje que lo separa del Hotel Plaza, que se ubica a pocos metros. Inicialmente ese pasaje fue pensado para que los habitantes del edificio pudieran ingresar directamente a la recepción del hotel. La pequeña calle lleva el nombre de Corina Kavanagh.
En 1994, la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil lo distinguió como “hito histórico internacional de la ingeniería”. Desde 1999 este edificio pertenece al Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad, por decisión de la UNESCO y en el mismo año, fue declarado Monumento Histórico Nacional.