No se salvan ni los muertos, ni los santos. Ni los vivos. No lastiman. No llevan armas de fuego ni cuchillos. Suelen actuar cuando nadie los ve. Con rapidez. El mundo delincuencial no los tiene en cuenta ni como un eslabón débil, oculto o pequeño. No son como los escruchantes, robabancos, piratas del asfalto, hombres arañas, cuenteros del tío, estafadores o motochorros. Podría decirse que estos hombres, muchos de ellos sin antecedentes, son los robabronce: sustraen lápidas de los cementerios, crucifijos de las iglesias, placas de esculturas, porteros y picaportes. El robo de bronce, que venden en las fundiciones o metaleras, es una moda delictiva que está en auge. La ola de robos surgió en plena crisis […]