No se salvan ni los muertos, ni los santos. Ni los vivos. No lastiman. No llevan armas de fuego ni cuchillos. Suelen actuar cuando nadie los ve. Con rapidez. El mundo delincuencial no los tiene en cuenta ni como un eslabón débil, oculto o pequeño. No son como los escruchantes, robabancos, piratas del asfalto, hombres arañas, cuenteros del tío, estafadores o motochorros. Podría decirse que estos hombres, muchos de ellos sin antecedentes, son los robabronce: sustraen lápidas de los cementerios, crucifijos de las iglesias, placas de esculturas, porteros y picaportes.
El robo de bronce, que venden en las fundiciones o metaleras, es una moda delictiva que está en auge. La ola de robos surgió en plena crisis por la pandemia. “En la crisis de 2001 hubo un resurgimiento de este delito”, dijo una fuente policial.
Hasta los ladrones retirados que fueron profesionales, y robaron bancosm blindados y joyerías, por ejemplo, están sorprendidos por esta tipo de robos. “Es el delito de la miseria. No son como nosotros, que robábamos por ambición y éramos pesados. Esta gente es necesitada, lo hace para ganarse el pan. Y los usan”, dijo el Gordo Luis Valor, ex líder de la superbanda. Uno de los casos más emblemáticos es el del llamado “Patrón de los picaportes”, detenido el mes pasado en Valle al 200, en Caballito. Fue tenido tras una breve persecución a pie. En una mochila llevaba 34 picaportes. Lo detuvieron cuando intentaba robar el número 35.
“Se ve que el muchacho iba a reducir todos los picaportes hasta que se tentó, hizo una de más. Vio otro picaporte y se abalanzó como si fuera un millón de dólares. Cayó por eso. Está claro que no son del palo”, dijo Luis Mario Vitette Sellanes, protagonista del robo del siglo al banco Río de Acassuso. Otro ladrón que perteneció a la superbanda, y se recibió de abogado, opinó: “Es hurto o daño. No creo que estén mucho tiempo presos. Además no amedrentan, no usan la violencia. Falta que empiecen a detener a tipos que roban dos pedazos de pizza”.
En al menos cuatro de los hechos, los detenidos son personas en situación de calle. Uno de ellos, llamado Emilio, tiene 32 años y vivía en un cajero de la avenida Corrientes. Una amiga de él, cuya identidad se mantiene en reserva para preservarla. “Hace un tiempo apareció una gente medio pesada, que tenía depósitos con metales. Andaban buscando interesados en conseguir cosas de bronce, en cementerios, plazas o edificios. ‘El bronce se vende mejor que el cartón’, le dijeron a mi amigo. Le dieron herramientas y empezó a laburar para ellos. Pero siempre le daban poca guita y ahora que lo detuvieron no ponen la cara”, dijo la joven.
El licenciado en seguridad y comisario retirado, Luis Vicat, no se refiere a estos hechos como vandalismo urbano. “Se roban bronces de los cementerios, porteros, herrajes, cables de fibra, cobre o bronce, boca de tormentas, rieles de las vías del tren. Son grupos organizados, los que lo hacen no son delincuentes, en muchos casos son gente de la calle, que lo hace por necesidad. Y los que están en el negocio del bronce les tiran dos pesos con cincuenta”, opina. También dijo que el metal vuelve al mercado ya fundido y “no hay modo de determinar la procedencia original”.
El kilo de bronce se vende alrededor de mil pesos.
La Dirección General de Coordinación Operativa, que depende de la Subsecretaría de Seguridad Ciudadana, coordinó desde Febrero de 2020 a Agosto de 2021, 82 inspecciones a locales comerciales y galpones, comúnmente llamados “metaleras”, realizadas en conjunto con la Agencia Gubernamental de Control, la Agencia de Protección Ambiental, la Subsecretaría de Trabajo, seguridad e Higiene y Policía de la Ciudad.
Como resultado de esas inspecciones, se clausuraron 37 galpones, y labrado mas de 150 actas de infracción por irregularidades administrativas. En esos operativos se encontraron una gran cantidad de herrajes, canillas, picaportes, chapas de numeración catastral y piezas de bronce pertenecientes a obras ubicadas en plazas, monumentos, iglesias e incluso ornamentos y crucifijos de cementerios, todos ellos de procedencia ilícita. “Además se hallaron más de 120 kilos de rollos de cable de cobre y fibra óptica, material que utilizan exclusivamente las empresas de telecomunicaciones, para proveer servicio a los clientes, miles de los cuales se vieron afectados por sucesivas sustracciones llevadas a cabo por los ‘robacables’, que se dedican a reducir metal. Además, en las inspecciones se secuestraron bobinas de rollos de cable de cobre con indicios de haber sido quemados para sacarles el metal de su interior, para poder comercializarlo. El robo de cables genera un daño grave a la sociedad, ya que miles de usuarios, ya sean vecinos, comercios, escuelas, hospitales y empresas de servicios se ven afectados y quedan sin suministros esenciales”, dijo una fuente policial.
En los últimos seis meses hubo 84 procedimientos, 28 operativos coordinados, 65 inspecciones, 38 clausuras, 18 metaleras cerradas y 160 actas labradas.
Otro hecho ocurrió en Villa Pueyrredón, donde un efectivo de la Comisaría Vecinal 12 B de la Policía de la Ciudad que estaba de consigna en la casa de la calle Obispo San Albero al 2700, soprendió a un joven de 25 y a un adolescente de 16 mientras forzaban un picaporte de bronce con una barreta. Al dar la voz de alto, los dos sospechosos se entregaron sin oponer resistencia. Ante dos testigos se los requisó y en una mochila se les encontró cinco picaportes de bronce. La causa fue caratulada “tentativa de robo”.
El 17 de agosto, personal de la División Sumarios y Brigadas de Prevención de la Comisaría Comunal 2 de la Policía de la Ciudad recorría la zona cuando vieron a dos hombres que intentaban robar un picaporte de un edificio de Vicente López al 1600, en Recoleta. Al ver el móvil policial, los ladrones intentaron fugarse pero fueron detenidos a las seis cuadras. Se les secuestró un bolso que tenia una pinza pico de loco, un metal cilíndrico de 50 centímetros de largo y tres picaportes de bronce.
El juez en lo Criminal y Correccional Número 26 Damián Kirszenbaum avaló el procedimiento policial y ordenó el traslado de los delincuentes, dos hombres de 40 y 50 años, hasta la alcaidía de la Policía de la Ciudad, imputados por “tentativa de robo”. El último hecho, al menos el que se conoció en forma más reciente, es el robo de siete escudos de bronce de 150 kilos cada uno en plaza Alemania, en Palermo. No hubo detenidos ni pistas.
El 25 de agosto, sosrprendieron in fraganti a cuatro ladrones en el cementerio de la Chacarita, al anochecer, con el lugar cerrado al público. Se llevaban casi 50 kilos entre placas, cruces y otros ornamentos de las tumbas. Los detenidos tienen entre 18 y 21 años y fueron arrestados por los agentes de la Comisaría Vecinal 15A de la Policía de la Ciudad luego de que los vigiladores del cementerio sospecharan de la actitud de la banda en la zona de bóveda. Esta situación se vive en otros cementerios del país. Y hasta en Iglesias. Y en edificios cuyos propietarios piensan reemplazar los picaportes o porteros con materiales menos valiosos que el bronce.