Si bien las señales de las últimas semanas son alentadoras. Las aperturas o flexibilizaciones de actividades que mantenían restricciones se suman a los buenos signos en una segunda ola de coronavirus que podría comenzar a dejar atrás el peor momento de la pandemia. A pesar de la tendencia a la baja, el número de contagiados diarios se mantiene alto y la aparición de una nueva variante obliga a no relajarse. Y sobre todo, a mantener la estructura sanitaria preparada para una eventual nueva ola.
Ocurre con los hospitales, hoteles de aislamiento y centros de testeos, pero también con los cementerios públicos que receptan el 53% de los fallecidos de la ciudad. Recoleta, Flores y, principalmente, Chacarita concentran la mayor parte de la actividad mortuoria. La actividad se completa en otros predios de dominio privado o cementerios del conurbano bonaerense. En todos los casos, desde el año pasado están funcionando con protocolos en el manejo de los cuerpos, las ceremonias y los funerales para reducir los riesgos de brotes de Covid-19.
En Chacarita, que con 97 hectáreas es el cementerio de mayor extensión de la ciudad, comenzaron trabajos de apertura de tumbas que se encuentran en la zona 2 para liberar al menos 400 espacios. Se trata de casos que ya cumplieron los plazos legales establecidos por ley de, al menos, siete años en no ser reclamados los cuerpos. Con las tareas, se busca que esa superficie sea reutilizada.
Aunque la zona 2 no corresponde a un sector designado para enterrar los restos de personas fallecidas por Covid-19 (los fallecidos por esta enfermedad se depositan en las zonas 10 y 14) y el procedimiento es habitual para ganar espacios, fuentes oficiales confirmaron que las tareas se aceleraron por temor a una demanda inesperada en un posible rebrote. La variante delta, que ya circula por el país, y la mutación Delta Plus, que apareció en la India, generan inquietud en las autoridades sanitarias argentinas y la Ciudad no es la excepción.
“Más allá de que no hay colapso tenemos que tener cuidado y limpiar todo lo que podamos para prepararnos. Estamos mejor armados que el año pasado, mucho más organizados. A la vista se ven un montón de pozos abiertos y da una mala sensación, pero no estamos al límite”, explican desde la Ciudad.
Los fallecidos en todo el país
La sensación de tranquilidad pivotea en un dato clave: el 60% de los cadáveres tienen destino de cremación por decisión de la familia o por el protocolo Covid-19 de manejo de los cuerpos. Las urnas donde se depositan las cenizas ocupan menos lugar o son retiradas por los allegados del fallecido, lo que posibilita una mejor atención a la demanda en alza desde el año pasado.
A pesar del repunte de casos y de la mortalidad en todo el país, sobre todo en la segunda ola y con jornadas que registraron más de 700 muertos, los cementerios nunca estuvieron colapsados como en otros países (Brasil, India o Estados Unidos, por ejemplo), donde se volvió común la apertura de fosas comunas. Desde el inicio de la pandemia se registraron 92.317 fallecidos en todo el país, de los que 46.896 fueron residentes en la provincia de Buenos Aires y 9985 en la ciudad. La mortalidad, en los últimos 14 días, bajó un 11,5%, mientras que el número de contagios se redujo 25,8% en el mismo período.
Según datos oficiales, en 2020, en Chacarita hubo un ingreso promedio diario de 67 fallecidos, de los que 10 correspondieron a víctimas de coronavirus. Este año el promedio cada 24 horas subió a 76 y 18 por Covid-19, con picos durante mayo pasado de hasta 130 ingresos y 56 por coronavirus. El año 2019 cerró con una media diaria de 110 responsos.
La demanda en Chacarita creció durante la pandemia, pero el cementerio ya era el más requerido de la ciudad. El de Flores ya casi no tiene espacio disponible y es utilizado, principalmente, por vecinos de la zona, y el de Recoleta cuenta con la mayor disponibilidad de espacios en bóvedas o nichos privados. Además, en Chacarita funcionan 18 hornos de cremación, con 20 operarios que los manipulan, que pueden estar activos 18 horas al día.
“No tenemos miedo a la falta de espacios porque hay mucha cremación”, sostienen desde el área que maneja los cementerios públicos. La preparación para una posible tercera ola, además de limpiar las tumbas que ya cumplieron los plazos legales, es recuperar los nichos que ocupados hace 30 años o más. En Chacarita, existen 450.000 nichos que pagan, cada uno, un arrendamiento anual de $4600. La deuda de la cuota puede derivar en la liberación de esos espacios con previa notificación a la familia propietaria.
En esos casos la familia recibe una notificación y se informa cuáles podrían ser los pasos por seguir. Las opciones son que retiren los restos para cremarlos, depositarlos en un osario común o cancelar lo adeudado y continuar con la utilización del nicho. De esta forma también se liberan espacios ociosos que podrían ser de utilidad.
En toda su extensión, el predio cuenta con 15 secciones y aunque la información no es precisa porque los registros más antiguos no están completos (Chacarita se inauguró en 1876 con la epidemia de la fiebre amarilla) en cada una de ellas se reparten unas 1500 sepulturas (22.500 en total). Además, hay cuatro secciones que suman 10.500 bóvedas (con capacidad para entre 18 y 20 cuerpos) y los sitios para depositar las cenizas. Entre ellas se cuentan los panteones; el más grande tiene una capacidad de 2500 nichos y 800 urnas para cenizas.
Utilizada dos veces desde que se inauguró, en el incendio del boliche Cromañón, donde murieron 194 personas, y la tragedia ferroviaria de Once con 51 fallecidos, la morgue del cementerio también se cuenta en la infraestructura ante un eventual colapso. Preparada para catástrofes, tiene una capacidad para 400 fallecidos. Actualmente está casi vacía, con algunos cuerpos alojados allí por cuestiones judiciales a la espera de su destino final.