Josefina Ludmer: la mujer que nos enseñó a leer

El docente e investigador Ezequiel De Rosso recopiló y prologó Lo que vendrá, una antología de textos escritos a lo largo de 50 años por la crítica y ensayista Josefina Ludmer (1939-2016) en los que destaca que se condensa “su gesto central de obligarnos a prestar atención” para establecer la idea de la crítica no como verdad sino como polémica, a través de la lectura de autores como Macedonio Fernández, Alfonsina Storni, Felsiberto Hernández o Augusto Roa Bastos.

“Gran parte de los modos en cómo leemos hoy es algo que Ludmer impulsó en algunos de estos artículos, marcando gestos de reconfiguración”, define De Rosso, quien cuenta que el encuentro con los textos de la crítica e investigadora para sus clases de literatura en la Universidad del Cine y en la Universidad de Buenos Aires, siempre le resultó “muy estimulante por esa sensación de que uno se está asomando a alguien que está pensando mientras escribe”.

A partir de esos encuentros sistemáticos con trabajos de la gran lectora de literatura latinoamericana, De Rosso pensó reunir en este libro editado por Eterna Cadencia una serie de ensayos que estaban “perdidos, dispersos” como el de Felisberto Hernández en el que Ludmer marca que el autor logra “no sublimar la vida cotidiana, como hacen hombres y mujeres devaluados, sino cotidianizar el arte” o el trabajo sobre los liberalismos latinoamericanos de fin del siglo XIX desde la novela Santa” de Federico Gamboa.

Josefina “La China” Ludmer había nacido en 1939 en San Francisco, Córdoba. Su madre, Beile Nemirovsky, era farmacéutica; su padre, Natalio Ludmer, era médico y director de una biblioteca popular, y fue quien le hizo dos regalos que la marcaron: el Martín Fierro y su primera Olivetti.

Fue autora de Cien años de soledad. Una interpretación, su primer libro publicado en 1972 y reeditado en 1974 por Editorial Tiempo Contemporáneo, que tuvo una tercera edición en 1985 a cargo del Centro Editor de América Latina; Onetti, los procesos de construcción del relato (Sudamericana, 1977); El cuerpo del delito. Un manualEl género gauchesco, un tratado sobre la patria (1988); y de Aquí América Latina. Una especulación, estos últimos cuatro reeditados y publicados por Eterna Cadencia.

“Me interesaban estos trabajos como entradas a sus textos objeto, aquello que trabajaba. Si está todo disperso, mejor hacer un libro. Surgió de una especie de entusiasmo, esto es tan interesante y no circula. No era otro el objetivo”, explica el también docente de Semiótica de los Géneros Contemporáneos en la UBA.

Esta selección de escritos evidencian la capacidad de Ludmer para producir intervenciones que, como señala De Rosso, “demandan un diálogo”. La cita de la crítica que funciona como epígrafe habla de “lo polémico y estratégico” y para el hacedor del libro permite recuperar una idea central de su obra: “La generación de polémica y la producción de conocimiento son categorías que no van separadas. No se puede producir literatura sin generar una polémica”.

Entre los textos que alberga Lo que vendrá está Tretas del débil, en el que se aboca a pensar esa diferencia entre el saber y el decir a partir de la carta de respuesta de Sor Juana Inés de la Cruz porque allí —apunta— la autora escribe sobre el silencio femenino. A ese artículo de 1985 le sigue El espejo universal y la perversión de la fórmula donde la obra de Alfonsina Storni es retomada como eje de una reflexión sobre “la escritura femenina”.

“A propósito de la escritura femenina me gustaría tratar de dar vuelta mi propia reflexión: tratar de ser otra para verme como otra. Porque creo, y sigo creyendo ahora mismo, que no existe la mujer como categoría universal y esencial”, advierte en el inicio de ese texto publicado en 1987 en el que vuelve a leerse, a cuestionar sus propias observaciones.

De Rosso marca que la ensayista propone: “No vamos a ser tautológicos, no vamos a decir que las mujeres escriben como mujeres. El género gauchesco se construye sobre los límites. Esas afirmaciones rotundas implican una provocación pero también salir a discutir eso. Aún así la pregunta fuerte es por qué. Es toda una estrategia de Ludmer: la de una declaración fuerte a partir de la cual se va desarrollando una estructura”.

“Obviamente nadie escribe crítica si no es para decir ‘esto es así’. Pero aun así uno podría pensar que hay algunos que son más de rodear el objeto, de presentarlo, ella va más por ‘todos sabemos que’ y a partir de ahí enuncia, es un efecto de política y hace tremendamente atractivo leerla”, destaca.

En Literaturas postautómatas: otro estado de la escritura, el último texto de la antología, la autora de El cuerpo del delito” dice que concibe la crítica como una forma de activismo cultural, que necesita definir el presente para poder actuar y ese presente siempre lo piensa como literario porque allí “se puede ver cierto funcionamiento de la imaginación pública”.

De Rosso retoma este planteo y señala que “Ludmer produce una herramienta que es interesante para pensar el presente. Ella descubre algo que afecta a todo el campo. El escritor que hoy sube todos sus artículos a internet también afecta los que no lo hacen porque se instala la pregunta por el por qué otros no lo hacen. Hay en ella una preocupación por los modos de leer, en el sentido de producción contra producto, por los modos en los que la literatura se produce”.

“Hay ciertas coordenadas que no se abandonan hasta el final aunque vayan cambiando sus preocupaciones pero no la idea de preguntarse qué es lo que un texto dice sino que es lo que un texto hace. Sus textos nunca son pensados como consecuencia. El texto no se explica por la época, por el autor. Primero hay que leer el texto y después vemos como se relaciona con el escenario en el que surge”, señala el autor de Retóricas del crimen.

Sobre este vínculo del texto con su época, agrega que “hay una especie de salto de continuidad que es el centro de la crítica de Ludmer. El texto hace cosas que refieren a su contexto pero no lo hace en una versión lineal entre la textualidad y el resto de los temas sociales. Aun así los textos no funcionan como ilustración sociológica. Los textos dialogan con la época, no solo la ilustran”.

Para De Rosso, “cuando uno lee Aquí América Latina lo que hay es una constelación, no una línea causal, todas esas cosas pasan a la vez porque no vienen los cambios sociales, económicos y después la literatura, las tres series no funcionan igual. Esa idea de que la vida social es una constelación y una de esas constelaciones es la literatura o la escritura es un gesto que Ludmer mantiene hasta el final. La literatura como una forma de lo social”.

“Una de las riquezas de su paradigma de lectura es que deja huecos, remite al pasado —explica— y a lo que se va a poder leer después. La idea de este libro es: veamos cómo se puede seguir abriendo esta lectura”.

Así se puede abordar este trabajo de recopilación de la obra de Ludmer, en la que aparecen los universos de Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges o Macedonio Fernández como territorios abiertos, como pensaba la ensayista su trabajo de lectura como “una forma de apertura y discusión”.

“Los trabajos proponen volver a leer los textos y a Ludmer. ¿Tiene razón? Es la idea de la crítica como polémica, no como verdad”, resume De Rosso al convocar a ingresar a esa máquina de lectura creada por la docente, ensayista y critica argentina.

*Fuente: Télam

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