Puede que califique a la condición humana la certeza de una dignidad por alcanzar, una belleza última por conquistar. En esa dinámica, las relaciones creativas entre pares pueden mostrarse y trascender por la simple potestad de la obra y el arte.
El cineasta Nicholas Ray convocó a su discípulo y amigo Wim Wenders para compartir la dirección de “Relámpago sobre el agua” y dejar el registro de su agónico tránsito hacia la muerte, afectado por un cáncer de pulmón.
El entonces joven Wenders, previene a su amigo con la posibilidad de abandonar inmediatamente el proyecto, si él mismo se ve envuelto en sentimientos de lástima o de superioridad física o mental sobre su maestro. Ambos aceptan y el rodaje transita, mientras el dolor y la inquietud de los últimos días van sellando la vida de Ray.
La película termina con el tiempo real de la vida de Nicholas Ray. “No sé por qué tengo que irme” se pregunta en un pasaje el director de “Rebelde sin causa” y “Johnny Guitar”. La única respuesta de su amigo Wim es la continuidad de la filmación, como último abrazo, desesperado epitafio fílmico sin solución.
Ray se apagó en 1979 y a los pocos meses, al año siguiente, la película fue presentada públicamente.
En latitudes no muy distantes del parentesco humano, vemos al actor Klaus Kinski. Una mariposa de color naranja insiste en compartir el primer plano con el de su rostro. La cámara es de Wenner Herzog y la película, “Mi enemigo íntimo”, una bellísima obra de homenaje póstumo a Kinski.
Ambos compartieron experiencias en cinco películas. Kinski como actor y Herzog como director. Los unió una tormentosa relación, que el cineasta definió como “una combinación de locura. Él está loco y yo estoy loco”, dijo alguna vez.
En 1999, ocho años después de la muerte de Klaus Kinski, Wenner Herzog presentó la película en el Festival de Cannes. Entonces evocó la relación con el actor “nos amamos, pero al mismo tiempo teníamos un odio muy peligroso –recordó- éramos dos materias críticas, en contacto muy vivo, muy fértil, a la vez que peligroso”.
Dos legados, en definitiva, que tanto en la pantalla, como en la vida misma, son el resultado de relaciones humanas en el ejercicio de provocarse, hasta el límite de las posibilidades, para crear y perdurar.
Por: Ana Villarreal – Periodista y escritora. Miembro de Conducción de la UTPBA y delegada a la Federación Latinoamericana de Periodistas –FELAP-.