En nuestro barrio, desde hace un tiempo la nueva explosión de reductos culinarios llegó para quedarse y echar raíces, como es la costumbre de comer tapas, o “platitos” para decirlo a la criolla, es universal. Las cocineras la interpretan en clave asiática. Abrieron a fines de 2019 y causaron furor; el local les quedó chico enseguida. Luego vino la pandemia y puso un pie en el freno, pero cuando todo reactivó, se agrandaron.
También el “Comer, beber, alegría, diversión”, un lema que se materializa en toda la propuesta, desde el diseño hasta el menú. El salón tiene una mesa comunal; jarrones con flores que ofician de “separadores”, aunque muchas veces los corren para charlar con el comensal de al lado. Como casi todos vuelven, rotan la carta cada dos meses. Los aperitivos o el clásico Vermú también se disfruta en Chacarita, El bar-restaurante plantó bandera y a su alrededor se llenó de otros que siguieron sus pasos. La estrella de la casa es el vermú y los clásicos que lo acompañan. Además, hay opciones vegetarianas y veganas.
Su primer local se abrió en el vecino barrio de Palermo y rockeó la escena local. Para su tercera sucursal eligieron un espacio amplio que les permitió instalar su propio tostadero. Además, ocho variedades de granos. Otra opción más osada hasta que abrió a pocos metros de allí un restó que revalorizó el barrio. El salón tiene onda, pero sin dudas el público va por los platos gourmet, todas creaciones del chef. La propuesta condensa múltiples influencias. ¿Uno de sus hits? La plata tatemada y para ir terminando los tragos, que sería la movida culinaria sin ellos, si bien la premisa es disfrutar del whisky. Lo anuncian en carteles: “El whisky no tiene género”, “aquí murió la mirada conservadora del whisky”, y lo plasman en las alternativas de consumo, con todo tipo de cócteles. El ambiente grita bar: gente parada, música fuerte, algunas noches con Dj en vivo.