Tenía 64 años al momento de ésta, su primera muerte, fatal, inevitable. Fue enterrado en el Cementerio de la Chacarita. Inmediatamente, la Dirección General de Prensa de España despachó instrucciones a los medios acerca de cómo tratar la noticia: “Habiendo fallecido en Buenos Aires el político republicano y separatista gallego Alfonso Rodríguez Castelao se advierte lo siguiente: La noticia de su muerte se dará en páginas interiores y a una columna. Caso de insertar fotografía, esta no deberá ser de ningún acto político. Se elogiarán únicamente del fallecido sus características de humorista, literato y caricaturista. Se podrá destacar su personalidad política, siempre y cuando se mencione que aquella fue errada y que se espera de la misericordia de Dios el perdón de sus pecados. De su actividad literaria y artística, no se hará mención alguna del libro ‘Sempre en Galiza’ ni de los álbumes de dibujos de la guerra civil. Cualquier omisión de estas instrucciones dará lugar al correspondiente expediente”. Cien años antes, en 1850, había muerto, exiliado en Francia, José de San Martín. Aquí, en Buenos Aires, para la prensa altamente politizada de la época de Rosas, el suceso pasó prácticamente inadvertido. ¿Será que ciertas personas deben pasar del ostracismo a la luz de la santidad, una y otra vez a merced de los caprichos de los que escriben la Historia? Hay muchas formas de morir. La peor, seguramente, es a manos del olvido. Lo dice el refrán: “Aunque tocan las campanas, no tocan por los que mueren; tocan por los que están vivos, para que de ellos se acuerden”. Pero también se mata tergiversando el pensamiento del difunto, utilizándolo maquiavélicamente para llevar agua al molino propio. Castelao dejó establecido que no quería que sus restos fuesen llevados a Galicia, mientras su país no fuera libre. Y debió morir nuevamente en 1984 cuando, haciendo caso omiso a su deseo, sus restos mortales fueron llevados con toda la pompa y depositados en el Panteón de Gallegos Ilustres, en el Monasterio Domingo de Bonaval. Del cortejo participaron muchos que el rianxeiro seguramente podría catalogar de enemigos políticos. En un dibujo, donde se ve a dos paisanos hablando, Castelao pone en boca de los mismos el siguiente diálogo: Hay que acabar cos caciques de antes, dice uno; E cos de agora, se non lle parece mal, responde el otro. En 1939, Castelao diseñó varios sellos de correos para la República Española, con el objetivo de recaudar fondos. En uno de ellos, catalogado NE (no expedido), valor 90 céntimos, hay un dibujo con un muerto y dos niños llorando en un paisaje desolado, y el texto dice “la última lección del maestro”. Muerte incomprensible, ésta, muchas, también la de Federico. Basado en ese grabado, pinta un gran óleo (200 x 136 cms.) que titula ‘A derradeira leición do mestre’. En el mismo, podría reconocerse en la figura del maestro asesinado el rostro de Alexandre Bóveda, patriota y amigo de Castelao. Este cuadro, considerado por muchos el ‘Guernica’ gallego, denuncia de los atroces crímenes del franquismo, está guardado en el edificio que el Centro Galicia de Buenos Aires posee en el barrio de Once de Buenos Aires. En oportunidad de ser llevado, a préstamo, a Galicia para una exposición en su homenaje, se levantan voces allí, incluyendo las de sectores nacionalistas, exigiendo que la obra no regrese a Buenos Aires. No faltaron los discursos, y catalogaron a Castelao como artista y dramaturgo, negando su trabajo y posicionamiento político. Muertes que no cesan.
Nacido el 29 de enero de 1886 en Rianxo, fue el primogénito de Manuel Rodríguez Dios y Joaquina Castelao Genme. A los tres meses, el padre emigró a Argentina, donde se instaló en la localidad de Bernasconi, provincia de La Pampa, y regentó una pulpería. En 1895, la madre llevando al pequeño Daniel, también se trasladó para unirse a su marido. Allí residieron hasta 1900, cuando decidieron regresar a Galicia, en parte porque su padre había demostrado no ser muy hábil para los negocios, y se negaba a recibir ayuda de la familia de su esposa, radicados en Rosario, y con mejor posición económica. Castelao no hablaba casi nunca de esta infancia en Argentina, de la que no guardaba buenos recuerdos, seguramente por las penurias económicas que sufría su familia, aunque reconocía que su pasión por la caricatura había nacido leyendo la revista Caras y Caretas en la pulpería paterna. Bernasconi es actualmente la cabecera del partido donde, a solo 34 kilómetros, también se encuentra la localidad de Jacinto Arauz, allí mismo donde René Favaloro ejerció durante 12 años como médico rural. También supo andar por muchos de aquellos pueblos rurales, en la década del 20, Juan Bautista Bairoletto, con leyenda de “protector de los pobres”, y canción propia de León Gieco (Bandidos rurales), muerto por las balas de una partida policial.
Sin duda, Castelao fue político y artista multifacético. Sin embargo, llama la atención que se insista en catalogarlo como dramaturgo cuando, en realidad, solo escribió una obra de teatro, ‘Os vellos non deben namorarse’, que fue representada en 1941 y publicada en 1953. Como dibujante, a pesar de sus problemas con la vista, su obra fue intensa, sus caricaturas de personajes de la Galicia rural, donde destacan sus textos y sus críticas a los caciques, plaga endémica en el país, son en sí mismos un manifiesto de denuncia política. Sus dibujos sobre los horrores de la guerra civil, están, por su incisivo mensaje y su calidad, a la altura de los desastres de la guerra, de Goya. Como escritor, Castelao comienza publicando, a partir de 1919, relatos cortos en la prensa. Cousas, Retrincos, Un ollo de vidro y Os dous de sempre, son ejemplo de ello. Pero su obra cumbre, Sempre en Galiza (primera edición de 1944, Editorial As Burgas, Buenos Aires), contiene una colección de ensayos que conectan literatura y política, centrándose en sus teorías sobre galleguismo. En ellos intenta acabar con los tópicos que tanto daño hacían, y hacen, a la imagen real de Galicia. Por otra parte, As cruces de pedra na Bretaña y As cruces de pedra na Galiza tratan sobre el arte popular. Imposible separar al artista del político en el caso de Castelao. En Buenos Aires se publica en 1961 la segunda edición de Sempre en Galiza, y en Galicia, en 1964, fue homenajeado en el segundo Día das Letras Galegas. Recordar es dar vida, que el lector elija si vale recordar u olvidar. Vamos a la cocina recordando la bella canción de María Elena Walch: “Tantas veces me mataron / tantas veces me morí / sin embargo estoy aquí / resucitando…”.
Tortilla de papas
Ingredientes: 3 papas grandes, 4 huevos, sal, pimienta, aceite de girasol para freír.
Preparación: Pelar y cortar las papas en rodajas finas y luego en cuartos de manera irregular. Freír en aceite 160° para que se hagan sin llegar a dorarse, depositar en papel absorbente. Poner en un bol, añadir los huevos sin batir, sal y pimienta, y mezclar con movimientos envolventes del recipiente. Untar la sartén con aceite y calentar bien. Echar la mezcla con fuego fuerte, presionando con una espumadera para que selle. Bajar el fuego para que siga cociendo el interior. Dar vuelta con un plato, presionar nuevamente con la espumadera. Y sacar al punto deseado. El punto ideal es que quede bien dorada (sin llegar a quemarse) por fuera y jugosa por dentro.
Las muchas muertes de Castelao, un tema que surge ante una pregunta que se presume inocente, y no pierde actualidad: ¿Cuántas veces debe morir un hombre o una mujer para descansar en paz? Veamos, a 12.000 kilómetros de la tierra, en el finisterre austral, territorio de la Galicia Ideal soñada por él, Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao falleció el 7 de enero de 1950, de cáncer de pulmón, en la habitación 202 del Centro Gallego de Buenos Aires (hoy, sombra de lo que fue). Tenía 64 años al momento de ésta, su primera muerte, fatal, inevitable. Fue enterrado en el Cementerio de la Chacarita. Inmediatamente, la Dirección General de Prensa de España despachó instrucciones a los medios acerca de cómo tratar la noticia: “Habiendo fallecido en Buenos Aires el político republicano y separatista gallego Alfonso Rodríguez Castelao se advierte lo siguiente: La noticia de su muerte se dará en páginas interiores y a una columna. Caso de insertar fotografía, esta no deberá ser de ningún acto político. Se elogiarán únicamente del fallecido sus características de humorista, literato y caricaturista. Se podrá destacar su personalidad política, siempre y cuando se mencione que aquella fue errada y que se espera de la misericordia de Dios el perdón de sus pecados. De su actividad literaria y artística, no se hará mención alguna del libro ‘Sempre en Galiza’ ni de los álbumes de dibujos de la guerra civil. Cualquier omisión de estas instrucciones dará lugar al correspondiente expediente”. Cien años antes, en 1850, había muerto, exiliado en Francia, José de San Martín. Aquí, en Buenos Aires, para la prensa altamente politizada de la época de Rosas, el suceso pasó prácticamente inadvertido. ¿Será que ciertas personas deben pasar del ostracismo a la luz de la santidad, una y otra vez a merced de los caprichos de los que escriben la Historia? Hay muchas formas de morir. La peor, seguramente, es a manos del olvido. Lo dice el refrán: “Aunque tocan las campanas, no tocan por los que mueren; tocan por los que están vivos, para que de ellos se acuerden”. Pero también se mata tergiversando el pensamiento del difunto, utilizándolo maquiavélicamente para llevar agua al molino propio. Castelao dejó establecido que no quería que sus restos fuesen llevados a Galicia, mientras su país no fuera libre. Y debió morir nuevamente en 1984 cuando, haciendo caso omiso a su deseo, sus restos mortales fueron llevados con toda la pompa y depositados en el Panteón de Gallegos Ilustres, en el Monasterio Domingo de Bonaval. Del cortejo participaron muchos que el rianxeiro seguramente podría catalogar de enemigos políticos. En un dibujo, donde se ve a dos paisanos hablando, Castelao pone en boca de los mismos el siguiente diálogo: Hay que acabar cos caciques de antes, dice uno; E cos de agora, se non lle parece mal, responde el otro. En 1939, Castelao diseñó varios sellos de correos para la República Española, con el objetivo de recaudar fondos. En uno de ellos, catalogado NE (no expedido), valor 90 céntimos, hay un dibujo con un muerto y dos niños llorando en un paisaje desolado, y el texto dice “la última lección del maestro”. Muerte incomprensible, ésta, muchas, también la de Federico. Basado en ese grabado, pinta un gran óleo (200 x 136 cms.) que titula ‘A derradeira leición do mestre’. En el mismo, podría reconocerse en la figura del maestro asesinado el rostro de Alexandre Bóveda, patriota y amigo de Castelao. Este cuadro, considerado por muchos el ‘Guernica’ gallego, denuncia de los atroces crímenes del franquismo, está guardado en el edificio que el Centro Galicia de Buenos Aires posee en el barrio de Once de Buenos Aires. En oportunidad de ser llevado, a préstamo, a Galicia para una exposición en su homenaje, se levantan voces allí, incluyendo las de sectores nacionalistas, exigiendo que la obra no regrese a Buenos Aires. No faltaron los discursos, y catalogaron a Castelao como artista y dramaturgo, negando su trabajo y posicionamiento político. Muertes que no cesan.
Nacido el 29 de enero de 1886 en Rianxo, fue el primogénito de Manuel Rodríguez Dios y Joaquina Castelao Genme. A los tres meses, el padre emigró a Argentina, donde se instaló en la localidad de Bernasconi, provincia de La Pampa, y regentó una pulpería. En 1895, la madre llevando al pequeño Daniel, también se trasladó para unirse a su marido. Allí residieron hasta 1900, cuando decidieron regresar a Galicia, en parte porque su padre había demostrado no ser muy hábil para los negocios, y se negaba a recibir ayuda de la familia de su esposa, radicados en Rosario, y con mejor posición económica. Castelao no hablaba casi nunca de esta infancia en Argentina, de la que no guardaba buenos recuerdos, seguramente por las penurias económicas que sufría su familia, aunque reconocía que su pasión por la caricatura había nacido leyendo la revista Caras y Caretas en la pulpería paterna. Bernasconi es actualmente la cabecera del partido donde, a solo 34 kilómetros, también se encuentra la localidad de Jacinto Arauz, allí mismo donde René Favaloro ejerció durante 12 años como médico rural. También supo andar por muchos de aquellos pueblos rurales, en la década del 20, Juan Bautista Bairoletto, con leyenda de “protector de los pobres”, y canción propia de León Gieco (Bandidos rurales), muerto por las balas de una partida policial.
Sin duda, Castelao fue político y artista multifacético. Sin embargo, llama la atención que se insista en catalogarlo como dramaturgo cuando, en realidad, solo escribió una obra de teatro, ‘Os vellos non deben namorarse’, que fue representada en 1941 y publicada en 1953. Como dibujante, a pesar de sus problemas con la vista, su obra fue intensa, sus caricaturas de personajes de la Galicia rural, donde destacan sus textos y sus críticas a los caciques, plaga endémica en el país, son en sí mismos un manifiesto de denuncia política. Sus dibujos sobre los horrores de la guerra civil, están, por su incisivo mensaje y su calidad, a la altura de los desastres de la guerra, de Goya. Como escritor, Castelao comienza publicando, a partir de 1919, relatos cortos en la prensa. Cousas, Retrincos, Un ollo de vidro y Os dous de sempre, son ejemplo de ello. Pero su obra cumbre, Sempre en Galiza (primera edición de 1944, Editorial As Burgas, Buenos Aires), contiene una colección de ensayos que conectan literatura y política, centrándose en sus teorías sobre galleguismo. En ellos intenta acabar con los tópicos que tanto daño hacían, y hacen, a la imagen real de Galicia. Por otra parte, As cruces de pedra na Bretaña y As cruces de pedra na Galiza tratan sobre el arte popular. Imposible separar al artista del político en el caso de Castelao. En Buenos Aires se publica en 1961 la segunda edición de Sempre en Galiza, y en Galicia, en 1964, fue homenajeado en el segundo Día das Letras Galegas. Recordar es dar vida, que el lector elija si vale recordar u olvidar. Vamos a la cocina recordando la bella canción de María Elena Walch: “Tantas veces me mataron / tantas veces me morí / sin embargo estoy aquí / resucitando…”.
Tortilla de papas
Ingredientes: 3 papas grandes, 4 huevos, sal, pimienta, aceite de girasol para freír.
Preparación: Pelar y cortar las papas en rodajas finas y luego en cuartos de manera irregular. Freír en aceite 160° para que se hagan sin llegar a dorarse, depositar en papel absorbente. Poner en un bol, añadir los huevos sin batir, sal y pimienta, y mezclar con movimientos envolventes del recipiente. Untar la sartén con aceite y calentar bien. Echar la mezcla con fuego fuerte, presionando con una espumadera para que selle. Bajar el fuego para que siga cociendo el interior. Dar vuelta con un plato, presionar nuevamente con la espumadera. Y sacar al punto deseado. El punto ideal es que quede bien dorada (sin llegar a quemarse) por fuera y jugosa por dentro.
Por: Manuel Corral Vide