El secreto mejor guardado de la escena artística local

Una galería dirigida por la pareja de artistas, se convirtió en uno de los imperdibles del arte contemporáneo. Puertas adentro de un garage diminuto de una casona del barrio de Chacarita, abrió en plena pandemia y hoy oficia como trastienda de obra, hogar y taller de marcos. “Galeristas pandemials”, los llaman algunos a estos jóvenes, continuadores de una extensa tradición argentina de artistas gestores de galerías.

La ochava de Santos Dumont y Roseti está invadida de las Santa Rita que adornan con fuerza, durante la primavera, y se convierten en escenario ideal para las inauguraciones de muestras, con música, brindis y una parrilla humeante que se instala en plena calle, muy cerca del empedrado, frente a la arquitectura completamente bordeaux de la fachada de este PH.

La trastienda es también el living de casa, que a su vez es el taller de marcos que sustenta la economía familiar. Las paredes rebosan de obras de los más variados tamaños y soportes, justo enfrente de la cocina coronada por una claraboya que otorga una luminosidad especial a cada trabajo. Específicamente en la cocina, los galeristas convidan café y un budín artesanal.

EL ORIGEN

“La primera exposición con que inauguró la galería fue un vivo de Instagram en plena pandemia, y fue re loco porque, como había un apagón cultural absoluto, se metió un montón de gente, duró tres horas, se vendieron tres obras y, entonces, en el momento menos pensado tuvimos una visibilidad enorme. Fue como ‘wow’. Enseguida se abrió el protocolo para la reapertura de galerías y empezamos a recibir visitantes, con cita previa, alcohol en gel y todo eso. Y continuamos”, relatan, casi en simbiosis, mientras se completan las frases entre sí.

Actualmente, en la sala-garage expositiva, hay una capilla donde rezarle a San Depeche Mode, o será mejor decir el “Museo Depeche Mode”, obra de Ernesto Alli, una serie de obras en vitraux neomedievales donde el artista rinde homenaje a su fanatismo por la banda británica, con curaduría de la dupla Lolo y Lauti.

En otra sala, una de las habitaciones, se albergan las obras de Emilia de las Carreras, “Dimmer”, una osamenta de restos contemporáneos, de objetos cotidianos encontrados, entre lo arqueológico y la idea de laboratorio, con curaduría de Carlos Gutiérrez.

Es sábado por la tarde y la esquina se arremolina de invitados para las flamantes muestras, que se pueden visitar hasta el 8 de diciembre en Santos Dumont, en nuestro querido Barrio. En la reciente edición de la feria arteBA, su galería fue una de las ganadoras del Premio en Obra por el trabajo de la artista Amparo Viau.

–¿Cómo nació la galería?

Fue una sucesión de cosas. Venimos trabajando en la escena como artistas hace años, pero creo que el momento clave fue cuando participamos de CIA (Centro de Investigaciones Artísticas), el programa que dirigían Roberto Jacoby y Kiwi Sainz, donde hicimos un proyecto autogestivo, que era como una galería sin espacio, en un palier.

Después, empezamos a expandir el sentido a cualquier baranda, y entonces hacíamos recorridos de barandas por la ciudad, con obras efímeras, performances e intervenciones. Incluso, hicimos una en la baranda del subte de la entrada de Dorrego, que fue una cosa alucinante. Fue un gran momento para todo un grupo de artistas y nos dimos cuenta de la importancia de la autogestión. Los galeristas responden a las preguntas:

 No pensábamos en la idea de que una galería te encontrara en tu taller, pintando…

Yo había propuesto al grupo nuestro garage como sede física, pero una vez terminado CIA se empezó a disgregar, cada uno fue por su lado y nosotros dos dudábamos “que sí, que no”.

Y justo antes de la pandemia, en enero de 2020, viajamos a Madrid y una noche caminando pasamos por un espacio que estaba en pleno montaje y la gente de ahí nos dijo: “Mañana inauguramos”. Fuimos al otro día y era una salita mini.

Y dijimos: “Ah, esto lo podemos hacer nosotros en nuestro garage”.

 Ahí terminó de caernos la ficha.

En marzo empezamos a decirle a todo el mundo que íbamos a abrir una galería en nuestro garage. Pero empezó la pandemia y estaba todo cerrado. Así que arrancamos con el vivo de una muestra virtual.

–¿Cómo eligieron el nombre de la galería?

Por la limitación de recursos para hacer una galería, o sea, un garage de una casa, con las paredes todas descascaradas, al que le vamos poniendo cada vez más onda, pero era una galería grasa.

 También era como apropiarnos del término “grasa”. Siempre para otras personas vas a ser un grasa.

–¿Cómo se financia la galería?

– Nuestro ingreso principal es la marquería, pero con eso sustentamos nuestra vida. La galería banca a la galería, por suerte, son dos economías aparte.

Cubre sus costos y permite cierta reinversión para poder ir haciendo cada vez más cosas, tener montajes más jugados, una buena iluminación, un buen curador, ya que son argumentos de venta de la galería.

Los precios son siempre un diálogo con cada artista. Y el rango va desde los 250 hasta los 2000 dólares.

–¿Qué pasa cuando se cambia de rol, de artista a galerista?

 Que haya más galerías ayuda a que la escena crezca.

 El arte contemporáneo muchas veces implica accionar sobre la realidad, y nuestra realidad inmediata como artistas es el campo del arte. Entonces, gestionar un espacio de exhibición y venta, es también parte de nuestro trabajo como artistas contemporáneos.

 También tiene mucho que ver con la historia del arte argentino, como “Belleza y Felicidad”, o muchos otros espacios gestionados por artistas.

Para nosotros es trabajar con los artistas con los que venimos creciendo horizontalmente, con quienes venimos compartiendo escena. Confiamos en su poética y en su oficio.

 Y en cada muestra aprendemos un montón. Es un desafío enorme, pero aprendimos mucho.

–¿Cómo definirían el espíritu de la Galería?

Que sea pandémica es coyuntural, íbamos a abrir de todos modos. Tenemos un espíritu de servicio hacia los artistas, trabajamos para los artistas. Son once en total que tienen entre 30 y 40 años, ese es un poco el rango.

La galería está abierta a todas las disciplinas pero siempre hay mucha pintura. Somos una galería re de pintores. La escena argentina en general es bastante de pintores.

Si pensamos en la agenda de Grasa, en las temáticas que abordan los artistas en sus trabajos, hay algo de la magia, del juego, de lo surreal, que es muy característico de tiempos de crisis, eso de recurrir a la especulación de lo fantástico para encontrar soluciones a una realidad que desborda.

En 15 años te digo si se mantuvo o si bajamos a tierra. Quizás también tiene que ver con romper modelos, cuando aparece lo monstruoso en contraposición a lo hegemónico.

–¿Cómo piensan la galería a futuro?

 Hay un montón de sueños, lo más cercano sería ir a una feria en el exterior, viajar.

Estamos pensando en qué modo también, si como galería o armando algún tipo de consorcio-equipo-súper-galería joven (se ríe).

La idea es seguir trabajando con nuestros artistas del staff y que sigan creciendo, hacer muestras cada dos años, insertarlos en el circuito institucional, que tengan muestras individuales en museos.

Todavía no llegó el día en el que no aprenda algo acerca de la galería.

En cada muestra aprendemos algo para que la próxima sea mejor.

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